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Lo Espiritual

Sebastián Picker, Gallup, 1996
The Spiritual

Después de mudarme a una pequeña casa mágica en lo alto de un cerro y montar mi taller, empecé a leer la Biblia. Era la primera vez que la leía. No porque me hubiera vuelto religioso, sino porque quería encontrar nuevos temas para mis próximos cuadros. Pensaba que la mayoría de las emociones humanas universales, como la codicia, la envidia, la lujuria, la compasión, etc., podían encontrarse en ese libro.

1995

 

 

 

Unos años antes, había vivido en Boston, en el Piano Factory, un edificio industrial remodelado y convertido en un lugar exclusivo para artistas. Me rodeaban pintores, escultores, actores y músicos. A cinco cuadras de allí estaba mi taller, un enorme galpón rodeado de narcotraficantes, ladrones de autos, asaltantes y prostitutas. El día que me mudé al taller, para estar de buenas con los vecinos problemáticos, organicé una fiesta con un amplio surtido de barriles de cerveza y los invité a todos a una exposición de mis pinturas. Además de pasar una noche muy divertida, la fiesta tuvo un resultado gratificante. Todos ellos se volvieron mis amigos y, en consecuencia, mis férreos y leales protectores. A partir de entonces, siempre me sentí seguro caminando a mi taller. Es allí donde pinté mi serie de cuadros "Almas espirituales".

1995 Spiritual Souls

1995

 

 

 

Tras vivir veintidós años en Boston y haber realizado más de veintiséis exposiciones, me trasladé a Gallup, un pequeño pueblo en el suroeste, no lejos de la capital de las naciones Navajo, Hopi, Ute y Zuni. Enseguida me sentí en casa allí. Los muchos eucaliptos y paisajes áridos me recordaban a Chile. No había bullicio, ni modas, ni tendencias, y ningún lugar donde se pudiera tomar un café capuchino, lo que me encantó. Una de las primeras personas que conocí al llegar fue un fotógrafo checo llamado Milan Sklenar. Él llevaba un tiempo viviendo allí y me presentó a algunos miembros de las tribus indígenas de la zona. En su jeep, recorríamos largas distancias hasta llegar a pequeñas aldeas donde los residentes nos invitaban a sentarnos en los tejados de sus viviendas de adobe para presenciar las ceremonias de la danza sagrada de la lluvia. Algunos de estos rituales duraban días sin interrupción. El baile monótono, acompañado por el ritmo constante de los tambores, nunca dejó de hipnotizarme. Todo ocurría en zonas o regiones aisladas de las que los turistas nunca habían oído hablar o visitado, o si lo habían hecho, no se les permitía entrar. Milan gozaba del respeto y la confianza de los indígenas locales y era el único hombre blanco al que se le permitía entrar en su territorio. Siendo yo su amigo, los sacerdotes de las distintas tribus me daban automáticamente la bienvenida. Estas experiencias tuvieron una profunda influencia en mi arte. Me enseñaron a ser perseverante y a tener fe en mis sueños y visiones.

1995 Belief in One's Dreams

1996

 

 

Los cielos del sudoeste eran impresionantes y las montañas majestuosas. Pensé que si Dios vivía en algún lugar, sería allí, en Nuevo México. Había una espiritualidad en el aire que lo impregnaba todo. Esto me llevó a mirar más allá de los horizontes inmediatos y, al mismo tiempo, echarle una mirada a mi interior. Después de una profunda introspección, por fin creí entender en qué consistía mi arte, lo que me llevó a escribir un manifiesto titulado Arte Niño-Viejo.

1996 Old-Child Manifesto

1997

 

 

 

Después de escribir el manifiesto, viajé a Boston para una exposición de mi última obra, Old Child Visions (Visiones de Niño-Viejo). Dado que iba a estar allí poco tiempo, me hice con material artístico y pinté una serie de cuadros rápidos. Cubrí los lienzos con una capa muy gruesa de Gesso para crear un fondo de elevada textura que luego bañé con pintura al óleo muy diluida. Buscaba el efecto de espontaneidad y fluidez de la acuarela. Los cuadros tenían una sensación terrosa, quizá para expresar mi encanto con Nuevo México. 

1997 Earth Figures

1997

 

 

Cuando volví a Gallup, había tomado la decisión de mudarme a Santa Fe. Empaqué mis cuadros en la parte trasera de mi camioneta y me marché. Mostré mi trabajo a varias galerías y recibí una amplia respuesta positiva. La primera de ellas fue Turner Carroll, que me presentó al pintor mexicano Abel Galván, el único artista latino de la galería. Al instante nos hicimos buenos amigos. 

 

Al final, sin embargo, firmé un contrato con Meredith Kelly, una galería completamente nueva. La propietaria era una canadiense llamada Mary Kelly, que acababa de llegar de Canadá. Me consiguió un estudio y se aseguró de que tuviera todo lo necesario para pintar. El estudio era adecuado pero pequeño, no tenía ducha, así que tenía que caminar una gran distancia todos los días para ducharme en el YMCA. Cuando llegó el día de la exposición, me sorprendí. Mary Kelly había organizado el evento de la manera más grandiosa. Contrató a un equipo de jóvenes, todos vestidos con trajes que parecían los uniformes de la Guardia Suiza del Vaticano, como anfitriones. Instaló una alfombra roja que iba desde la calle hasta la puerta de entrada de la galería, donde todos los invitados debían mostrar sus tarjetas de invitación antes de ser admitidos. También me entregó un montón de bolígrafos de oro de 24 quilates para que firmara autógrafos en los catálogos bellamente diseñados que había hecho. Además, sabiendo que me encantaba el vodka, se aseguró de que hubiera un generoso suministro en todo momento en la trastienda.

1997 SataFe, New Mexico

La exposición en la galería Meredith Kelly fue un gran éxito. Todos los cuadros se vendieron.  

1998 Sold Out Exhibition

1999

 

 

 

Una mañana fui a la Galería Meredith Kelly, pero estaba cerrada. Mary Kelly había desaparecido, al igual que algunas de las obras de los artistas que representaba, incluidos muchos de mis cuadros más grandes. Desapareció sin dejar rastro. La policía y los investigadores se involucraron en la búsqueda. Circularon rumores sobre su desaparición y surgieron innumerables explicaciones y teorías sobre su paradero. Me golpeó la incredulidad; ella no era el tipo de persona que engañaría o estafaría a nadie. Siempre había sido extremadamente educada y de voz suave. A pesar de que desapareció con algunas de mis pinturas, sigo sintiéndome agradecido con ella. Ella fue la persona que me puso en el mapa como artista. También se encargó de que pudiera vivir de mi arte. Nunca más se supo de ella.

1999 The Art Gallery that Vanished

2000

 

 

 

Me encerré en mi taller, desplegué un rollo de papel de grabado de muy alta calidad y dejé la pintura fluir. Dejé que se derramara, se disipara y casi disolviera todas mis figuras humanas. Estas pinturas trataban sobre la lucha del ser humano por mantener su humanidad.

2000 Letting the Paint Run

2000

 

 

 

Me mudé a un edificio enorme que había sido un centro comercial en algún momento. Tenía un techo extremadamente alto. Se convirtió en mi nuevo taller. Con la ayuda de algunos trabajadores de la construcción y una grúa alta, instalé un columpio en su interior. Cuando me columpiaba, se sentía como volar.

 

Una tarde, mientras me columpiaba, recibí un paquete misterioso. Era una caja llena de chocolates y buen vino. Una carta acompañaba el contenido. Estaba firmada por Sally y Robert Jensen de Lake Tahoe, Nevada. Estaban de visita en Santa Fe y querían conocerme.

 

Aproximadamente una semana más tarde, llegó el señor Jensen acompañado de su esposa. Me invitaron a almorzar. Se presentaron como comerciantes de arte interesados en promocionar y vender mi trabajo. También tenían una comisión para mí si yo estaba interesado en comenzar de inmediato. Consistía en pintar seis cuadros para un pasillo principal de una mansión de un cliente de ellos en Lake Tahoe. Tomé el encargo.

2000 Studio with Swing

2000

 

 

 

Han habido momentos en mi vida en que me detengo para evaluarme a mí mismo. Este era uno de ellos. Me di cuenta de que me había subido a grandes barcos en el mar, había viajado por el mundo, pero aún no sabía quién era ni hacia dónde me dirigía. Me encontré frente a frente con un mar de incertidumbre. Mi vida estaba al borde de la deconstrucción. Durante este tiempo, pinté una serie de cuadros titulada “Laberinto”. 

2000 Labyrinth

2001

 

 

 

Mi luz interior se estaba apagando. Al anochecer empaqué una maleta y salí con rumbo a Barcelona. 

2001 Rupture

Arte en la Calle

 

 

 

Mientras deambulaba por las calles de Barcelona, vi un dibujo a carboncillo en el pavimento que me llamó la atención. Entablé una conversación con el artista, pero resultó no ser el artista sino el cuidador del dibujo. Su nombre era Jordi. Después de pasar un rato con él, aprendí muchos de los entresijos del arte callejero. Jordi era el encargado de recoger las aportaciones que arrojaban los peatones que transitaban por la Avenida. Me dijo que su trabajo requería principalmente proteger el arte de los elementos. Cubrirlo con plástico cuando llovía, quitar los escombros voladores, retocar las partes manchadas por la orina de perros callejeros y, lo más importante, protegerlo contra borrachos que, en ocasiones, arrastraban sus pies sobre el arte para destruirlo. Esto a menudo significaba arriesgar su propia vida (me mostró una navaja que siempre llevaba consigo). En otras palabras, Jordi era un galerista callejero. El mundo del arte en las calles era similar al de las galerías formales en que ambas estaban compuestas por dos entidades separadas: el artista y el comerciante de arte. La diferencia era que las exposiciones en galerías solían durar un mes. En contraste, las de la acera duraban mientras las circunstancias fuera de control, lo permitieran. Además, mientras que los galeristas formales solo debían encender las alarmas y cerrar las puertas con llave al final de cada día, los comerciantes callejeros pasaban noches enteras al aire libre, agazapados junto a las obras de arte, para mantenerlas a salvo.

 

Después de acordar los términos y condiciones de un contrato verbal con Jordi, pinté unos dibujos al carboncillo, en la acera. Una vez al día, me encontraba con él en una de las tabernas de la Plaza del Pi, donde él llegaba, vaciaba sus bolsillos de monedas y las arrojaba sobre la mesa que teníamos delante. Luego, separaba el montón en dos pilas ordenadas: una era mi tarifa de artista y la otra, su comisión. Finalmente, como si fuéramos piratas habiendo contado y repartido el botín, pedíamos cervezas y nos bebíamos todas nuestras ganancias hasta el día siguiente.

2001 Art on the Street
2002 From Barcelona to Mexico

De Barcelona a México

 

 

 

Un día lluvioso llamé a mi viejo amigo, el artista Abel Galván, a quien había conocido en Santa Fe algunos años antes. La última vez que lo vi fue cuando lo llevé de regreso a México con todas sus pinturas en la parte trasera de mi camioneta. Lo llamé desde una cabina telefónica en la calle. Cuando contestó, se sorprendió. ¡Pensé que estabas muerto! exclamó. Le respondí que todavía no y le pregunté cómo iban las cosas en México. No muy bien, pronunció. No estaba vendiendo nada. Le dije que me iba a México al día siguiente; al menos podríamos compartir nuestras miserias. ¡Excelente! respondió él ¡Te estaré esperando en el aeropuerto!  

 

Salí de Barcelona al día siguiente con solo una maleta y un billete de ida. No sabía qué esperar; Nunca había estado allí excepto en la frontera cuando dejé a Abel allí, muchos años antes.

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